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domingo, 19 de septiembre de 2010

La vida de una Pieza de Ajedrez.



Alguien ha abierto la caja.
Abro los ojos poco a poco para que la luz no me deje cegada. Miro a mi alrededor como todas mis hermanas van una a una despertando, unas se estiran, otras se frotan los ojos y unas más ya saltan emocionadas.
Yo también lo estoy, tal vez hoy sea el día.
Una mano tibia me toma con cuidado y me pone sobre una superficie plana a cuadros, blanco y negro. Un vez que ya estoy en mi lugar correspondiente, volteo hacia la ventana y veo la razón de este nuevo amanecer para todas nosotras. Afuera el agua cae a cantaros y en la sala de al lado se escucha un rumor bastante ligero, un comentarista dice que estamos en el ojo de alguien, o de algo, la verdad no lo entiendo, pero dice que podría durar varios días. Eso me anima bastante.
Vuelvo la mirada hacia enfrente y veo mi propio reflejo en color negro. Se ve tan pequeña como yo, es igual a mí pero en otro color, solo así sé que no soy yo. Pero no puedo decir lo mismo de mis hermanas a mis costados, cada una con la misma superficie brillante y blanca, cabeza redondita sobre un cuello largo y delgado que reposan sobre una base firme y ancha.
No hay nada que nos diferencíe, ni un rasguño. Todas somos tratadas con la misma delicadeza pero nunca sufrimos la misma suerte.
Espero que hoy sea el día.
El juego inicia. Me gusta ser quien soy, siempre avanzando hacia adelante, lento pero seguro, a veces. Sin una figura determinada que dirija como me muevo, sin avanzar grandemente, solo los grandes pueden hacer eso, y yo soy pequeña, así que avanzo a pequeños pasos.
La primera de las nuestras ha caído. Esa pude haber sido yo, si tan solo la suerte me hubiera colocado dos lugares a la izquierda. Qué bueno que no lo hizo.
Nuestros reflejos de enfrente se acercan amenazadoramente y nosotros hacia ellas. Tiemblo cada vez que me encuentro en diagonal con uno ellos. Caminamos hacia enfrente, pero cuando menos lo esperan, comemos de lado. Que característica tan singular, como si el que nos creó hubiera querido darnos el elemento sorpresa, pareciera que es lo único que tenemos para sobrevivir.
El tiempo pasa lento, pero para mí ha pasado muy rápido. En el tablero ya no hay cuatro filas de dos colores diferentes como al inicio, ahora todos estamos mezclados, cualquiera puede caer si nos descuidamos.
Y entonces sucede.
Nuestra reina ha caído a pezuñas de un caballo enemigo. Nuestros ánimos están por los suelos y más los del rey que huye y come mientras puede, pero mientras más avanza el tiempo, mas acorralado se siente. Nos superan en número y habilidad, es solo cuestión de tiempo, no hay mucho que podamos hacer, muchos nos encontramos muy lejos y en territorio enemigo.
Miro hacia enfrente y cuento los pasos. Uno, dos, tres. Tres. Tres pasos para lograrlo, pero ¿Qué posibilidades tengo? La prioridad es proteger al rey, por que gastar movimientos en mí.
Sé que yo pensaba en eso, pero al parecer alguien más pensaba lo contrario cuando tomándome por sorpresa, me hizo avanzar un cuadro. Los reflejos de enfrente parecían no haberse dado cuenta, o no haberle dado importancia, pues como dije, la prioridad en este momento era el rey, ¿Que amenaza podría representar yo?

Cuando el rey se volvió a mover, se comió una torre, haciendo en ese momento imposible llegar hasta el sin sufrir la misma suerte. Eso me dejo avanzar otro cuadrado y entonces el caballo me vio. Era el único cercano a mí, y necesitaban más jugadas para alcanzar al rey. El caballo se acercó a mí de modo calculado, pero se encontraba a bastante distancia y desde ahí, no podía alcanzarme.

Yo estaba a solo un paso, y se necesitaban al menos dos movidas más para alcanzar al Rey. Esto lo entendí después, por que llegué a dar el último paso.

En ese momento se cumplió mi anhelo.

Nada cambió realmente, más que mi confianza, pero seguía siendo esa pequeña peón. Con ayuda del resto de los sobrevivientes logramos dar Jaque Mate al juego y los reflejos se rindieron.
La reina original me felicitó por mi valentía, así como el rey, los caballos, alfiles y torres. Mis compañeras me abrazaban y preguntaban acerca de esa mágica sensación cuando todos regresamos a la caja.
El convertirse en reina durante un momento, un juego, es el sueño de cada pequeño peón de la caja de ajedrez. Somos el elemento más pequeño, el más lento, el que menos representa una amenaza. Y sin embargo, nuestra vida se trata de eso, de encontrar nuestro camino a través de los obstáculos, de las barreras, de las piezas que son iguales a nosotros o más poderosas y quieren impedirnos llegar hasta nuestra meta, de tener fé y no rendirnos. Al final, somos las únicas piezas de todo el juego que pueden transformarse en reinas, ¿Quién decía que ser pequeños era una desventaja?